Todo deportista que pretenda rendir al máximo nivel cuenta con uno o más entrenadores, la mayoría de los cuales han sido deportistas en su día. Estos entrenadores son esenciales para el éxito de sus pupilos. ¿Cuántas veces hemos escuchado comentarios como, ?¡Sin el míster no lo hubiéramos conseguido!?? Lo remarcable del fenómeno de los ?executive coaches? en nuestro país no es que se haya producido, sino que haya tardado tanto en producirse. ¿Es que nuestros directivos de alto nivel ?y jóvenes de no tan alto nivel pero de mucha promesa? no necesitan el mismo cuidado de las manos de curtidos mentores que nuestros deportistas? Directivos y deportistas comparten la misma presión, la misma necesidad de movilizar sus recursos en momentos críticos. La diferencia hasta ahora ha sido que nuestros deportistas siempre han contado en el banquillo con el ojo y la pericia personal de un aliado veterano, mientras que nuestros directivos, responsables de miles de vidas y millones de inversiones, se han encontrado solos ante el peligro. Solos han hecho heroicidades pero a veces han perdido el balón. ¿El haber contado con buenos entrenadores en su momento les hubiera evitado esas pérdidas? A veces no. Otras veces, indudablemente que sí. Esto es el porqué de los coaches. Son expertos y aliados personales, preparados y dispuestos a compartir con los directivos del presente las lecciones de muchos años en la brecha. Un coach es un lujo, evidentemente, pero un lujo necesario que ninguna empresa que se precie debería de negar a sus responsables ?ni a sus accionistas.